Encomendemos a María de Nazareth, primera creyente y discípula de Jesús, transparencia de Dios y síntesis del Evangelio, el camino Sinodal que hacemos como Iglesia. Que aprendamos de ella a ser gesto y presencia silenciosa de la Buena Nueva del Reino como:
la niña de la Anunciación, sabiendo decir si a Dios…
la servidora de la Visitación, saliendo al encuentro del otro…
la mujer comprometida del Magnificat, buscando y trabajando por la transformación de la humanidad…
la madre de la ternura de Belén y Nazareth, llenando de amor todas las relaciones…
la mujer migrante que sale a Egipto con su Familia, buscando nuevas oportunidades de vida…
la mujer Discípula del seguimiento, haciendo lo que Jesús dice…
la madre del dolor en la Pasión y en el Calvario, compartiendo con otros su dolor y siendo fiel hasta el fin…
la mujer testigo de la Pascua, viviendo la esperanza de la Resurrección, que es nueva vida liberados de la violencia, la injusticia y la pobreza…
la compañera de los apóstoles en Pentecostés, acompañando a la comunidad de testigos y dando el primer paso a la misión…
la que siempre escucha y vive la Palabra, tan llena de Dios y tan nuestra.
Jhon Jairo Flórez
